jueves, 29 de mayo de 2014

Cambiar




Hay que cambiar. Hay que cambiar y hacer que las Elecciones Europeas no sean de segundo arden. Yo, como muchas personas ahora, veía también Bruselas lejos, y su parlamento, y Estrasburgo y su tribunal. Y todas y cada una de las decisiones europeas parecían cuestiones de burocracia que en poco afectaban a la dirección política de sus Estados miembro. Y es que hoy por hoy, y eso no ha cambiado, siguen siendo éstos quienes representan el culmen de la organización política de las sociedades.

Pero hay que cambiar. Hay que cambiar y darse cuenta de que aunque en su nacimiento el proyecto europeo no era tal sino un plan de comercio con bases económicas aunque también militares hoy no se conforma con eso y se ha convertido en, precisamente, todo un proyecto de futuro que integra el devenir de los pueblos que lo conforman. Y los pueblos son personas y esos somos nosotros, los que dependemos de Europa. Y también quienes debemos decidir la Europa que queremos. Y es que para mí, por ejemplo, Europa debe ser la representación del “primer mundo político”, del primer orden social, político y económico. Y en estas cuestiones juega un papel crucial la democracia, los derechos humanos, y la racionalidad económica, libre de anclajes del pasado que intentan presentar formulas ya aplicadas y que resultaron un fracaso, como nuevas y revolucionarias.

Hay que cambiar para impedir que la propia idiosincrasia de estas elecciones juegue en su contra. Que el desconocimiento de hasta qué punto Europa nos afecta lleve a muchos a ver estos comicios como una campo de pruebas sin efecto en el que poder votar a los partidos de la utopía que suena muy bien y que en la práctica es el desastre. A los que todo lo pueden con recetas mágicas. A los que pueden decir y decir y gritar y gritar, pero no proponer nada serio.

Pero no cambiaríamos si nos quedáramos en “la gente se equivoca”. En “la gente no sabe lo que hace”. En las Elecciones nacionales del año 2011 votaron al Partido Popular tanto sus votantes tradicionales como la gran mayoría de la población con voto flotante, muy cansada de la etapa Zapatero y sus ruinas y disparates, y ansiosa de un cambio. Pero el cambio ha sido que ahora, si hemos perdido a algunos de nuestros votantes de siempre, qué no hemos de perder en los que varían su voto. Y aquí es donde hay que cambiar, donde llega la autocrítica. Hay que cambiar y ver que es verdad, que todos los que gobiernan se equivocan, los que reforman son los más valientes porque estarse quieto es muy fácil pero muy cobarde. Pero también es verdad que algunas decisiones que siendo acertadas son duras y se han tomado con el objetivo de evitar un rescate que sí hubiera sido mucho peor, no se han sabido explicar. Ha fallado la comunicación de los políticos con los ciudadanos, que al final en su mayoría han percibido los errores y una serie de medidas muy duras mal explicadas.

Hay que cambiar. Si a todo eso le sumamos el descontento general tenemos el resultado de este pasado domingo. Y es peligroso. Es peligroso votar a estos partidos del “yo saco esto adelante enseguida”, es peligroso votar a extremos porque, además, al final los extremos se tocan. Al final siempre debe primar la cordura y la racionalidad. Y eso también hay que explicarlo.

Es el momento pisar el acelerador. De ver algunos rostros nuevos, que hay personas con muchísimo potencial. De quitarse la venda de los ojos, de ver la gravedad de la situación, de modificar algunas medidas, acometer otras y explicarlas mejor. Es el momento de cambiar.

Carlos Gil Moran. Presidente local de Sempere