Hay
que cambiar. Hay que cambiar y hacer que las Elecciones Europeas no
sean de segundo arden. Yo, como muchas personas ahora, veía también
Bruselas lejos, y su parlamento, y Estrasburgo y su tribunal. Y todas
y cada una de las decisiones europeas parecían cuestiones de
burocracia que en poco afectaban a la dirección política de sus
Estados miembro. Y es que hoy por hoy, y eso no ha cambiado, siguen
siendo éstos quienes representan el culmen de la organización
política de las sociedades.
Pero
hay que cambiar. Hay que cambiar y darse cuenta de que aunque en su
nacimiento el proyecto europeo no era tal sino un plan de comercio
con bases económicas aunque también militares hoy no se conforma
con eso y se ha convertido en, precisamente, todo un proyecto de
futuro que integra el devenir de los pueblos que lo conforman. Y los
pueblos son personas y esos somos nosotros, los que dependemos de
Europa. Y también quienes debemos decidir la Europa que queremos. Y
es que para mí, por ejemplo, Europa debe ser la representación del
“primer mundo político”, del primer orden social, político y
económico. Y en estas cuestiones juega un papel crucial la
democracia, los derechos humanos, y la racionalidad económica, libre
de anclajes del pasado que intentan presentar formulas ya aplicadas y
que resultaron un fracaso, como nuevas y revolucionarias.
Hay
que cambiar para impedir que la propia idiosincrasia de estas
elecciones juegue en su contra. Que el desconocimiento de hasta qué
punto Europa nos afecta lleve a muchos a ver estos comicios como una
campo de pruebas sin efecto en el que poder votar a los partidos de
la utopía que suena muy bien y que en la práctica es el desastre. A
los que todo lo pueden con recetas mágicas. A los que pueden decir y
decir y gritar y gritar, pero no proponer nada serio.
Pero
no cambiaríamos si nos quedáramos en “la gente se equivoca”. En
“la gente no sabe lo que hace”. En las Elecciones nacionales del
año 2011 votaron al Partido Popular tanto sus votantes tradicionales
como la gran mayoría de la población con voto flotante, muy cansada
de la etapa Zapatero y sus ruinas y disparates, y ansiosa de un
cambio. Pero el cambio ha sido que ahora, si hemos perdido a algunos
de nuestros votantes de siempre, qué no hemos de perder en los que
varían su voto. Y aquí es donde hay que cambiar, donde llega la
autocrítica. Hay que cambiar y ver que es verdad, que todos los que
gobiernan se equivocan, los que reforman son los más valientes
porque estarse quieto es muy fácil pero muy cobarde. Pero también
es verdad que algunas decisiones que siendo acertadas son duras y se
han tomado con el objetivo de evitar un rescate que sí hubiera sido
mucho peor, no se han sabido explicar. Ha fallado la comunicación de
los políticos con los ciudadanos, que al final en su mayoría han
percibido los errores y una serie de medidas muy duras mal
explicadas.
Hay
que cambiar. Si a todo eso le sumamos el descontento general tenemos
el resultado de este pasado domingo. Y es peligroso. Es peligroso
votar a estos partidos del “yo saco esto adelante enseguida”, es
peligroso votar a extremos porque, además, al final los extremos se
tocan. Al final siempre debe primar la cordura y la racionalidad. Y
eso también hay que explicarlo.
Es
el momento pisar el acelerador. De ver algunos rostros nuevos, que
hay personas con muchísimo potencial. De quitarse la venda de los
ojos, de ver la gravedad de la situación, de modificar algunas
medidas, acometer otras y explicarlas mejor. Es el momento de
cambiar.
Carlos Gil Moran. Presidente local de Sempere
Carlos Gil Moran. Presidente local de Sempere